La celebración dura tres días, el primer día, los sacerdotes (ketera), los diáconos (debteras) y la congregación entera sacan el Tabot (un modelo del Arca de la Alianza presente en todos los altares etíopes) de cada una de las más de 20.000 iglesias que hay en el país.
El Tabot envuelto en estupendas sedas bordadas, con brocados dorados y plateados es llevado en procesión sobre la cabeza del Ketera. Es una procesión religiosa multitudinaria, espectacular y muy colorida, pues los Keteras lucen unos espectaculares trajes ceremoniales de terciopelo y satén y van resguardados bajo sombrillas multicolores que representan cuerpos celestiales.
Durante la procesión hacen sonar las sistras (campanas ceremoniales) y las trompetas. Hay una gran humareda y un fuerte olor a mirra e incienso, que van quemando a lo largo de la ruta.
El Tabot se lleva hasta un estanque, lago o río, donde se mantiene vigilado por los dignatarios religiosos durante toda la noche. En la madrugada del día siguiente la ceremonia continua con el resonar de los kebero (tambores), a la vez que entonan plegarias en Ge´ez (la lengua más antigua del continente africano), el Ketera bendice a los fieles.
Después, el sacerdote de más rango sumerge una cruz de oro y apaga una vela consagrada en el agua. Tras este gesto, él mismo toma el agua y la lanza hacia los fieles simulando el bautismo de Cristo, muchos de ellos se sumergen en el agua simbolizando la renovación del bautismo.
La celebración continúa durante todo el día con canticos y danzas, mujeres y hombres charlan con entusiasmo un día tan especial, los jóvenes saltan arriba y abajo en los bailes con incansable repetición de las canciones rítmicas y los niños, vestidos con sus mejores galas, corren y juegan.
Al anochecer la fiesta culmina con una nueva procesión en la que se devuelve el Tabot a su iglesia para que repose allí de forma segura hasta el año siguiente.